Nuevas tendencias de la demanda

Lic. Ramiro Costa

La caída económica que comenzó a mediados de 1998 fue tal que el PBI real del primer trimestre de 2002 registró un nivel similar al del primer trimestre de 1993. Estos resultados estuvieron acompañados por un desmoronamiento del consumo total, particularmente del consumo privado.

La crisis provocó el notable empeoramiento de numerosos indicadores. El desempleo alcanzó un máximo (21,5% de la PEA; mayo 2002); en octubre de 2002 la pobreza afectaba al 57.5% y la indigencia al 27.5% de la población, y los salarios reales estaban fuertemente retrasados por el efecto de la devaluación y la suba de los precios, lo que provocó que el PBI per cápita en el año 2002 fuera un 69% inferior al registrado en 1998. Otro indicador que señalaba lo complejo de la situación era el muy alto porcentaje de empleados que trabajaban en condiciones de informalidad.

Desde la fuerte crisis económica y financiera de los años 2001/2002, la economía argentina acumula un crecimiento de más del 40% lo que permitió la mejora en los resultados de muchos de los indicadores mencionados. Sin embargo y a pesar del evidente avance, aún resta continuar con este proceso de crecimiento para que los indicadores se estabilicen en valores sostenibles en el tiempo, dando lugar a una mejora cuanti y cualitativa del nivel de vida de la población.

La recuperación de la economía y su posterior crecimiento permitió que los salarios, en promedio, se incrementaran al ritmo de la inflación. Sin embargo ese promedio esconde tres realidades muy distintas. Por un lado se encuentran los asalariados formales quienes percibieron incrementos en sus ingresos superiores al nivel de la inflación en un 18.6 %, logrando de ese modo una mejora real en sus salarios. No sucedió lo mismo con los empleados públicos y los asalariados informales. Estos dos grupos de empleados si bien percibieron incrementos salariales desde la devaluación de la moneda argentina, los mismos no alcanzaron a superar el ritmo de crecimiento de los precios, por lo que los ingresos se encuentran en una situación de desventaja a nivel real. La perdida de poder adquisitivo fue de 23.8 % para los empleados públicos y de 13.7 % para los asalariados informales.

Los datos de empleo y desempleo han evolucionado de manera positiva desde el mes de octubre del año 2002 (tanto considerando los planes jefes y jefas así como también excluyéndolos), permitiendo de ese modo una reducción de 11.4 puntos porcentuales en el desempleo. Por su parte, la informalidad laboral, si bien continúa siendo muy alta (42.9 %), descendió en 6.8 puntos porcentuales desde su pico en el tercer trimestre del año 2003. Los indicadores de indigencia y pobreza mejoraron a partir de la positiva evolución de los datos señalados al tiempo que la distribución de la riqueza, si bien mejoró en el margen, aún se mantiene en valores de alta inequidad.

En este contexto de crecimiento económico el consumo se perfiló como uno de los grandes beneficiados. De esta manera, se recuperó la capacidad de compra de la población a través de mejoras en los niveles de empleo, caída del desempleo, incrementos salariales y una activa política de ingresos por parte del Gobierno Nacional, todo enmarcado en una contenida evolución de los precios minoristas que aún no cerraron su brecha respecto del nuevo precio del tipo de cambio.

El aumento del consumo se plasmó tanto en las ventas de los supermercados como de los centros de compras. En el primer caso, el crecimiento de la facturación alcanzó el 112% si se comprara el primer bimestre del año 2002 con el del año 2007. En cuanto a los centros de compras, su recuperación fue mucho mayor (también su caída) puesto que el crecimiento para igual bimestre contra el correspondiente de 2002 fue de 563%.

La paulatina mejora en el poder adquisitivo de la población revirtió las tendencias del consumo registrados durante la crisis. Fue así como la reducción del poder adquisitivo de los consumidores provocó una mayor demanda de productos donde el atributo buscado era el precio en detrimento de la calidad (mayor demanda de segundas y terceras marcas). Con el cambio de tendencia en los ingresos reales, se registró un aumento de las ventas de productos que brindan atributos adicionales al fin básico del bien en cuestión. Es así como crecieron los segmentos de los alimentos funcionales y los de menor contenido de grasas y de calorías.

En la actualidad se asiste nuevamente a un regreso a los productos de las primeras marcas pese a que los precios de los mismos son significativamente mayores. Esto se asienta en la tendencia que se ha ido consolidando a favor de productos de mayor calidad que, además, satisfagan las cada vez mayores exigencias del consumidor: productos sanos que brindan nutrientes adicionales esenciales para el desarrollo saludable de las personas. Dentro de esta línea de productos saludables, los alimentos elaborados en base a cereales ocupan un lugar clave dado que cumplen con estas nuevas exigencias.

Instituto de Estudios Económicos, Bolsa de Cereales. FANUS.